En el fondo de su ser, todos los héroes aspiran a alcanzar la inmortalidad y convertirse en dioses. Esta ansia, convertida a menudo en soberbia, es castigada por los olímpicos con la más terrible de las maldiciones, que primero vuelve arrogantes a los hombres, luego locos, y por último, los arroja a las Moiras para que encuentren su destino final en la compañía eterna de Hades, el dios de la muerte.